domingo, 28 de abril de 2013

Resiliencia


Me encanta esta palabra, "resiliencia", que si la buscamos en un diccionario viejo no la encontramos o inclusive algunos correctores no la reconocen y que quiere decir, según la Rae: "Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas". Algunas aplicaciones interesantes...

Resiliencia

“Un hijo se quejaba con su madre de su vida y de cómo todo le resultaban tan difícil. Ella lo llevó a la cocina; allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias; en otra, huevos; en la tercera, puso granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
A los veinte minutos apagó el fuego. Sacó todo del fuego. Mirando a su hijo le dijo: ¿Qué ves?. Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta. ¿qué significa esto madre? Es química, le explicó: los tres elementos se han enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero han reaccionado de forma diferente en función de sus características.
 La zanahoria llegó al agua fuerte y dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se ha puesto débil, fácil de deshacer. El huevo ha llegado al agua frágil, su cáscara protegía un líquido interior; pero, después de estar en el agua hirviendo, su interior se ha endurecido. Los granos de café, sin embargo, son únicos: después de estar en el agua hirviendo, ha sido capaces de cambiar el agua y sus propiedades.
¿Cuál eres tú, hijo cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo vas a responder?”
¿Cuántas veces escuché este cuento y la hermosa moraleja que nos deja respecto de la importancia de ser resiliente en la vida?
Sin embargo hoy traigo el mensaje contrario.
¿Siempre hay que aguantar, tolerar, ceder y sostener las relaciones?
¿Hasta cuando?
¿Cuál es el momento para decir basta?
¿Qué nos tiene que pasar para darnos cuenta que no tenemos las propiedades del café y que no tenemos la capacidad de cambiar a nadie?
“Quienes esperan cosechar
las bondades de la libertad,
deben soportar la fatiga de defenderla.
Thomas Paine”

 
Nos enseñaron en nombre del amor a aguantar, tragar saliva, contar hasta diez, soportar, resistir, tolerar, llorar en silencio, sufrir, sobrellevar, callar, armarse de paciencia, hacernos el distraído, disimular o conformarnos mientras luchamos por cambiar el otro. Nos enseñaron que nosotros somos poderosos y que nuestro amor puede cambiar al más duro. ¿Es así como funcionan las cosas?
Desde mi experiencia perdemos muchos años y mucha energía en relaciones que sabemos desde el principio que no funcionarán.
¿Entonces para qué ser resiliente?
¿Para qué mantener una relación que tiene la sentencia de su muerte anunciada?
“Libertad significa responsabilidad”

 
¿Qué nos impide darnos cuenta que no va a funcionar?
¿Qué nos impide ver lo que no es como necesitamos?
¿Para qué miramos para otro lado?
¿Para qué negamos que las cosas no están bien?
¿Cuál es el beneficio secundario?
¿La comodidad?
¿Tenemos idea del precio que pagamos para "sentirnos cómodos" un tiempo y después darnos cuenta que nos equivocamos?
Quizás porque me tocó trabajar últimamente con personas que sostuvieron relaciones y perdieron sus mejores años tratando de hacerlas funcionar, cuando nada avizoraba que esto fuera posible, es que escribo esto hoy.
“Quiero más una libertad peligrosa
que una servidumbre tranquila.”
Mariano Moreno
 
Estoy a favor de la familia y de mantener relaciones duraderas pero hace tiempo que me di cuenta que no soy café y que no tengo el poder de cambiar a nadie, que no quiera cambiar.
Por lo tanto estoy atenta, observo señales y pienso si puedo aceptar las diferencias del otro, si puedo convivir con ellas sin pasarle factura mas tarde.
Reconozco el precio que pago y me pregunto si estoy dispuesta a seguir pagándolo.
Estoy en contacto con mis emociones y con lo que me pasa y con lo que no me pasa con el otro y me pregunto si estoy bien con eso y si no lo estoy tomo acción y busco alternativas. 
“¿Sabes cómo se cocinan las ranitas?
Si las pones en agua hirviendo saltan enseguida.
En cambio si las pones en agua fría y las vas calentando despacito
se cocinan sin darse cuenta.
Los seres humanos no somos ranitas y después de estar cocinados mucho tiempo nos damos cuenta
y podemos saltar y salir del agua,
pero muchas veces ya es tarde.”

¿Para qué te preocupas por estar incómodo o solo?
¿Qué te lleva a hacer importante al otro y no buscar tu felicidad?
¿Estás seguro que prefieres buscar un culpable por no ser feliz, que no hacerte cargo de ti mismo?
¿Quién más que tú es responsable por ella?
¿Quién más que tú puede buscarla y defenderla?

Desde este pequeño lugar que tengo en tu mundo te invito a observar tus relaciones y tu capacidad de ser feliz en ellas y te inspiro a decir basta cuando tengas que decir basta, de no sostener una relación que ya no funciona ni puede funcionar y de elegirte a cada momento que sientas que no estás al total de tus posibilidades "en nombre del amor".
“Las telenovelas nos muestran
al amor relacionado con el sufrimiento
Y nosotros creemos que es así .
No nos damos cuenta
que así no funciona en la vida real.
Yo creo que el amor es alegría
y es compartir felicidad.
Pienso que te ama alguien que al estar junto a ti saca lo mejor de ti mismo.”

Patricia Hashuel www.patriciahashuel.net

lunes, 15 de abril de 2013

La vieja atorranta



Del libro "Encuentros" de Gabriel Rolón

    Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...) Muchos de ustedes trabajarán o habrán trabajado en alguna institución, y sabrán que lo que tiene que hacer todo el que trabaja en un establecimiento al ingresar es ir a la cocina, porque  la cocinera es la que está al tanto de todo lo que pasa.Más que los médicos incluso.
    Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la cocinera.
-¿Y, Betty, alguna novedad?
-Sí, doctor- me llamó así aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta?
-No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva?
-Sí, una viejita picarona.
    Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la enfermera y me dijo:
-Gaby, ¿ya viste a la atorranta?
-No -le respondí.
-Tenés que verla. Se llama Ana.
    Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, para referirse a ella, el mismo término que había usado la cocinera: atorranta. Pero lo cierto es que habían conseguido despertar mi interés por conocerla. De modo que hice mi recorrida  habitual por el geriátrico y dejé para el final la visita a la habitación en la que estaba Ana.
    En esa hora yo me había estado preguntando de dónde vendría el mote de vieja atorranta. Supuse que, seguramente, debía ser una mujer que cuando joven habría trabajado en un cabaret, o que tendría alguna historia picaresca. Pero no era así.
    Cuando entré en su habitación me encontré con una abuela que estaba muy deprimida y que casi no podía hablar a causa de la tristeza. Su imagen no podía estar más lejos de la de una vieja atorranta. Me acerqué a ella, me presenté y le pregunté: -Abuela, ¿qué le pasa? Pero ella no quiso hablar demasiado; apenas si me respondió algunas preguntas por una cuestión de educación. Pero un analista sabe que esto puede ser así, que a veces es necesario tiempo para establecer el vínculo que el paciente necesita para poder hablar. Y me dispuse a darle ese tiempo. De modo que la visitaba cada vez que iba y me quedaba en silencio a su lado. A veces le canturreaba algún tango. Y, allá como a la séptima u octava de mis visitas la abuela habló:
-Doctor, yo le voy a contar mi historia.
    Y me contó que ella se había casado, como se acostumbraba en su época, siendo muy jovencita, a los 16 años con un hombre que le llevaba cinco. Yo la escuchaba con profunda atención.
-¿Sabe? -me miró como avisándome que iba a hacerme una confesión-, yo me casé con el único hombre que quise en mi vida, con el único hombre que deseé en mi vida, con el único hombre que me tocó en mi vida y es el hombre al que amo y con el que quiero estar.
    Me contó que su esposo estaba vivo, que ella tenía ochenta y seis años y él noventa y uno y que, como estaban muy grandes, a la familia le pareció que era un riesgo que estuvieran solos y entonces decidieron internarlos en un geriátrico. Pero como no encontraron cupo en un hogar mixto, la internaron a ella en el que yo trabajaba, y a él en otro. Ella en provincia y él en Capital.
    Es decir que, después de setenta años de estar juntos los habían separado. Lo que no habían podido hacer ni los celos, ni la infidelidad, ni la violencia, lo había hecho la familia. Y ese viejito, con sus noventa y un años, todos los días se hacía llevar por un pariente, un amigo o un remisse en el horario de visita, para ver a su mujer.
    Yo los veía agarraditos de la mano, en la sala de estar o en el jardín, mientras él le acariciaba la cabeza y la miraba. Y cuando se tenían que separar, la escena era desgarradora.
    ¿Y de dónde venía el apodo de vieja atorranta? Venía del hecho de que, como el esposo iba todos los días a verla, ella le había pedido autorización a las autoridades del geriátrico para ver si, al menos una o dos veces por semana, los dejaban dormir la siesta juntos. Y entonces, ellos dijeron: -Ah, bueno... mirá vos la vieja atorranta.
    Cuando laabuela me contó esto, estaba muy angustiada y un poco avergonzada. Pero lo que más me conmovió fue cuando me dijo, agachando la cabeza:
 -Doctor, ¿qué vamos a hacer de malo a esta edad? Yo lo único que quiero es volver a poner la cabeza en el hombro de mi viejito y que me acaricie el pelo y la espalda, como hizo siempre. ¿Qué miedo tienen? Si ya no podemos hacer nada de malo.
    Conteniendo la emoción, le apreté la mano y le pedí que me mirara. Y entonces le dije:
 -Ana, lo que usted quiere es hacer el amor con su esposo. Y no me venga con eso de que ¿qué van a hacer de malo? Porque es maravilloso que usted, setenta años después, siga teniendo las mismas ganas de besar a ese hombre, de tocarlo, de acostarse con él y que él también la desee a usted de esa manera. Y esas caricias, y su cara sobre la piel de sus hombros, es el modo que encontraron de seguir haciéndolo a esta edad. Pero déjeme decirle algo, Ana: ése es su derecho, hágalo valer. Pida, insista, moleste hasta conseguirlo. Y la abuela molestó. Recuerdo que el director del geriátrico me llamó a su oficina para preguntarme: -¿Qué le dijiste a la vieja?
-Nada- le dije haciéndome el desentendido- ¿Por qué?
     La cuestión fue que con la asistente social del hogar en el que estaba su esposo, nos propusimos encontrar un geriátrico mixto para que estuvieran juntos. Corríamos contra reloj y lo sabíamos. Tardamos cuatro meses en encontrar uno. Sé que, dicho así, parece poco tiempo. Pero cuatro meses cuando alguien tiene más de noventa años, podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Además ella estaba cada vez más deprimida y yo tenía mucho miedo de que no llegara. Pero llegó.
    Y el día en el que se iba de nuestro geriátrico fui muy temprano para saludarla, y e cuanto llegué, la cocinera me salió al cruce y me dijo: -No sabés. Desde las seis de la mañana que la vieja está con la valija lista al lado de la puerta. -Yo me reí.
    Entonces fui a verla y le dije: -Anita, se me va. Y ella me miró emocionada y me respondió: -Sí doctor... Me vuelvo  a vivir con mi viejito. -Y se echó en mis brazos llorando.
-Ana- le dije- Nunca me voy a olvidar de usted. Y como habrán visto, no le mentí.             
 Jamás me olvidé de ella, porque aprendí a quererla y respetarla por su lucha, por la valentía con la que defendió su deseo y porque gracias a esa vieja atorranta, pude comprobar que todo lo que había estudiado y en lo que creía, era cierto: que es verdad que la sexualidad nos acompaña hasta el último día y que se puede pelear por lo que se quiere aunque se deje la vida en el intento. Y además, porque la abuela me dejó la sensación de que, a pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus sentimientos son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo maravilloso y que el amor y el deseo puedan caminar juntos para siempre.       
   

jueves, 4 de abril de 2013

40 años de telefonía (realmente) móvil

40 años de telefonía (realmente) móvil

Hoy hace exactamente 40 años que Martin Cooper, directivo de Motorola, llamó a su homólogo Joel Engel de los Bell Labs de AT&T para preguntarle ‘¿A que no sabes desde donde te llamo?’. Cooper estaba en la Sexta Avenida de Nueva York y estaba a punto de entrar en el hotel Hilton para dar una rueda de prensa explicando que acababa de realizar la primera llamada de la historia desde un teléfono móvil. Era un Motorola que pesaba más de un kilo, tardaba 10 horas en cargarse y sólo tenía media hora de autonomía. Pero aquella llamada del 3 de abril de 1973 no fue exactamente la primera llamada de móvil.

El doctor Cooper ha reconocido en diversas ocasiones que se inspiró en el Comunicador de la serie Star Trek para emprender el desarrollo del Portable Duplex Radio Telephone System, que dio lugar a la patente correspondiente al cabo de dos años.
El hito del que hoy se cumplen 40 años se considera la primera llamada de telefonía móvil de la historia porque el doctor Cooper (premio Príncipe de Asturias 2009 de investigación científica y técnica, entre muchos otros galardones) la llevó a cabo mediante un terminal ‘portátil’, a través de una red celular analógica de pruebas de Motorola.
No obstante, la primera llamada móvil se realizó desde un coche el 17 de junio de 1946 en San Luis (Missouri), tras diez años de trabajo de los ingenieros de AT&T Dickieson, Mitchell y Romnes, precisamente de los Bell Labs. Al cabo de dos años, el servicio cubría 100 ciudades de los EEUU, pero sólo lo utilizaban 5.000 clientes que efectuaban 30.000 llamadas por semana. El sistema era más parecido a un walkie-talkie y el equipo terminal necesario pesaba 36 kilos.
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El primer sistema de telefonía para coches parcialmente automático se presentó en Suecia en 1956, y el equipo seguía pesando 40 kilos:
La primera llamada a través de redes móviles digitales GSM, la misma tecnología que utilizamos actualmente, se realizó en Helsinki, la capital finlandesa, el día 1 de julio de 1991. En aquella ocasión, Harri Holkeri, entonces primer ministro de Finlandia (en la fotografía), llamó a Kaarina Suonio, teniente de alcalde de la ciudad de Tampere, para comentar las ventajas de la nueva tecnología digital.
Holkeri gsm tampere
Por si les interesa, en el enlace anterior encontrarán también un vídeo de la conversación -en finlandés subtitulado en inglés-.
Actualmente, como recuerda Tomi Ahonen, hay en el mundo 6.700 millones de líneas de telefonía móvil, 5.200 millones de terminales en uso y 4.300 millones de usuarios. Todo un avance desde aquel día de hace hoy 40 años. Pero su protagonista cree que aún iremos más lejos: el doctor Cooper aseguraba en 2008 que la tecnología móvil aún no había cumplido sus expectativas, y pronosticaba que las funciones de comunicación acabarán siendo implantadas en el cuerpo de las personas.

Gabriel José García Márquez

Gabriel José García Márquez   Aracataca ,   Magdalena ,   Colombia ;   6 de marzo   de   1927 Ciudad de México ,   México ;   17 de abril   ...