domingo, 22 de diciembre de 2013

Las Fiestas del hemisferio norte


Las fiestas, ese lugar común que nos llena de ansiedad desde el momento mismo en que nos damos cuenta que ¡uuuhh, ya estamos en Diciembre y las fiestas aca a la vuelta!

Y ya estamos dando la vuelta. En un par de días las fechas tan temidas para unos y tan esperadas para otros. Como diría la nena rubiecita de Poltergeist "yaaaaeestannnaaaaquíiiiiiiiiiiiiiii..."

Si me pongo las pilas, después de mi regreso a España, las miraré con cariño, haré un resumen momento a momento y escribiré algo para que este recuerdo lo pueda traer cuando quiera, solo con leerlo.

Mientras tanto, les dejo a Hernán Casciari, que describe perfectamente estar en medio de los recuerdos del Hemisferio Sur mientras se viven las fiestas en el Hemisferio Norte, como siempre, no tiene desperdicio. 

Un saludo amigos, a disfrutar a pleno de estas fiestas y que la vida les sonría.

Dany
Las Fiestas del hemisferio norte - HERNAN CASCIARI

Toda mi vida he asociado la noche de reyes con un olor y un sonido. A las madrugadas del cinco al seis de enero, como toda criatura ansiosa, yo no las dormía sino que las soportaba en vela, conteniendo la respiración e intentando escuchar los pasos de los camellos sobre el mosaico. En la oscuridad de la noche, sin embargo, solamente se podía distinguir el runrún del ventilador. Ahora ya soy grande, pero cada vez que me despierto con el ventilador prendido, el corazón me late como si al lado de mis zapatos pudiese haber regalos.
El olor que recuerdo con más emoción es el de los espirales fuyí para los mosquitos. La única luz de aquellas madrugadas era la candela encendida de esos mata-insectos inocentes, antiguos y verdes, que soltaban un aroma a infancia y a monarquía oriental, y que me protegían de las ronchas matinales. El ventilador y el espiral siguen siendo hoy, para mí, dos milagros que al mezclarse me evocan la ansiedad infantil del fin de año, de las Fiestas y de la noche de los Reyes Magos.
También recuerdo con emoción esta canción de la época, a la que el lector argentino le pondrá música mentalmente sin esfuerzo:

Llegaron ya los reyes, eran tres,
Melchor, Gaspar, y el negro Baltasar.
Arrope y miel le llevarán
y un poncho grande de alpaca real.
Changos y chinitas duérmanse
que ya Melchor, Gaspar y Baltasar
todos los regalos dejarán
para jugar mañana al despertar.

Los países que tienen la desgracia de pasar diciembre y enero entre bufandas, estornudos y calefactores, celebran las Fiestas sin ganas, como si el festejo fuese una tortura que hay que soportar una vez cada doce meses. Como los chequeos médicos, las declaraciones juradas y los discos de Calamaro.
En algunas partes de España, por ejemplo en la que vivo yo, ni siquiera existe Papá Noel. Lo que hacen es conseguir un tronco de madera, lo tapan con una frazada y le pegan con un palo hasta que "caga" regalos. El ser sobrenatural no viene del Polo ni tiene barba ni es gordo ni va en trineo. El ser sobrenatural es un tronco y se llama Tió. La canción que se canta en Cataluña mientras se apalea la Navidad es la siguiente:

Caga tió , caga turró
d'ametlles i pinyó
i si no cagues bé,
et fotré un cop de bastó!

Lo que traducido al argentino sería como cantar:

Cagá Papá Noel,
cagá turrón de miel,
y si no cagás regalos,
te cagamos bien a palos.

A pesar de esta tradición violenta, en las Fiestas del hemisferio norte los petardos suenan más despacio, los parientes más iracundos nunca llegan a las manos, los regalos de Melchor son más caros pero menos valiosos, en las mesas no hay piononos ni mucho menos salpicón de pollo, y los chicos se congelan como estalactitas antes de que llegue el ser sobrenatural que corresponda a cada región y se chamusque el culo en la chimenea.
Mientras escribo esto es un jueves de diciembre, tengo treinta y cinco años y hace frío. Sin embargo, pasé mis primeros veintinueve diciembres con calor, en patas o en chancletas y abriendo la heladera cada dos minutos para buscar los cubitos. Ahora hace seis diciembres consecutivos que canto el "caga tió" al lado de una estufa, como un viejo choto o un esquimal achanchado, y todavía no me puedo acostumbrar a este espantoso clima español del fin de año. Ni tampoco a lo que llega después, que es todavía más ridículo: el carnaval en invierno. Las mascaritas con campera. El rey momo pidiendo a gritos que lo quemen.
Las películas y las series de la televisión, que casi siempre vienen desde Norteamérica, nos acostumbraron a convivir —visualmente— con las navidades blancas del hemisferio norte, con los gorros de lana que usaba Michael Landon cuando le construía los trineos de madera a sus tres hijas, con las compras de último momento en la helada Nueva York, donde el humo aparece nítido desde las alcantarillas y las bocas de subte.
Es decir, los habitantes del cono sur entendemos con ojos de videotape la vulgaridad que representa pasar la navidad con frío. Pero no la podemos entender con el cuerpo. Y, lo que es lo mismo y hasta más grave, no la podemos soportar cuando se nos acerca, blanca y radiante como la novia de Antonio Prieto.
Lo más preocupante de las culturas frías es que no se puede sacar la mesa al patio para ver llegar el nuevo año. Y eso genera que las conversaciones sean tediosas, programadas y prolijitas. No sé por qué ocurre esto, pero el español, cuando está bajo techo, tiende a construir sobremesas sin gracia. En cambio cuando lo alumbra la luna, las estrellas y los faroles del jardín, se da el lujo de ser más natural, de tirarse pedos sin disimulo y de cortejar abiertamente a las cuñadas.
En España, a las doce de la noche del 31 de diciembre, todos los televisores de todas las casas están encendidos; eso es lo que se llama empezar mal el año. Generalmente en la tele se ven a unos personajes conocidos, con abrigos hasta el cuello, en una plaza pública donde hay un edificio con un reloj enorme. Cada año, el pueblo ibérico tiene por costumbre comer una uva por cada campanada que suena en la televisión, hasta engullir exactamente una docena en doce segundos. Esto les parece a todos muy divertido, porque fingen atragantarse o fingen que les cuesta mucho hacerlo.
Desde las once de la noche, además, los presentadores de la televisión le explican a la población civil que no hay que confundir los cuartos con las campanadas. Lo explican de esta manera:
PRESENTADOR: —«Un repiqueteo intenso acompaña el descenso de la bola; a continuación comienzan los cuatro cuartos, que no es el momento en que ustedes se toman las uvas; e inmediatamente después, casi simultáneo al cuarto cuarto, la primera campanada, donde sí ustedes deben tomarse las uvas».
En Argentina nadie sabe exactamente qué programa pasa la televisión a las doce de la noche del 31 de diciembre. Me imagino que alguna misa, o una película donde Jesús es hermoso y tiene los ojos parecidos a Robert Powell. La gente normal está en el patio, peleándose con los mosquitos y los cascarudos. Yo creo que la presencia cercana de insectos nos ayuda mucho a liberarnos de los códigos y los reglamentos. No es lo mismo conversar cuando el animal más cercano es un locutor de televisión, que charlar mientras una vaquita de san antonio te camina por el antebrazo.
En España, como es lógico, no hay insectos en Navidad. Ni ventiladores, ni patios, ni artilugios ingenuos contra los mosquitos. Tampoco suena la sirena de los bomberos a las doce en punto del nuevo año, ni se ilumina el cielo con fuegos artificiales caseros y mortíferos, ni un vecino saca el revólver y tira balazos al aire, ni otro vecino muere al instante por culpa de una bala perdida, ni se cae tu suegro borracho a la pileta, ni las mujeres se pasan la tarde cortando frutas para la ensalada, ni las amigas de tu hermana se aparecen a la una y media para ir a bailar, semidesnudas y alegres, ni te llama por teléfono a las doce en punto un pariente emigrado desde España, para decirte que allí ya son las cinco de la madrugada, que todos duermen y que en las calles desiertas hay dos grados bajo cero.
Ahora, que el pariente estúpido que llama soy yo mismo, esas comunicaciones telefónicas me revuelven el estómago.
Es que detrás de la voz de mi madre o mi padre o mi hermana, detrás de la conversación trivial y del cómo la están pasando, detrás de las enhorabuenas y de los deseos recíprocos, escucho siempre esos gritos veraniegos, los estruendos y los petardos, a los chicos que gritan o se zambullen, las sirenas y la música de fondo. A veces, si pego bien la oreja al auricular, también escucho mi voz, mi propia voz de los veinticinco años, mi voz antigua allá a lo lejos, que arrastra las erres, y que está conversando con mi cuñado al lado de la parrilla.

lunes, 9 de diciembre de 2013

las 10 principales estrategias de manipulación mediática según noam chomsky

Después de ver el vídeo que compartí con ustedes, "La indefensión aprendida", me puse a investigar un poco sobre este tema, y aquí les comparto algo genial que vale la pena leer. Sigo buscando, y espero vuestras opiniones.
¡Buena semana!

las 10 principales estrategias de manipulación mediática según noam chomsky

El lingüista estadounidense Noam Chomsky enumera diez recursos utilizados por los medios para manipular la opinión pública a favor de diversas agendas corporativas o gubernamentales.

El reconocido y siempre crítico lingüista del MIT, Noam Chomsky, una de las voces más respetadas y consolidadas de la disidencia intelectual durante la última década, ha compilado una lista con las diez estrategias más comunes y efectivas que siguen las agendas “ocultas” para manipular al público a través de los medios de comunicación.

Históricamente los medios masivos han probado ser altamente eficientes para moldear la opinión general. Gracias a la parafernalia mediática y a la propaganda se han creado o destrozado movimientos sociales, justificado guerras, matizados crisis financieras, incentivado unas corrientes ideológicas sobre otras e incluso se da el fenómeno de los medios como productores de realidad dentro de la psique colectiva.

¿Pero cómo detectar las estrategias más comunes para entender estas herramientas psicosociales de las cuales, seguramente, somos partícipes? Por fortuna Chomsky se ha dado a la tarea de sintetizar y poner en evidencia estas prácticas, algunas más obvias y otras más sofisticadas, pero aparentemente todas igual de efectivas y, desde un cierto punto de vista, denigrantes. Incentivar la estupidez, promover el sentimiento de culpa, fomentar la distracción o construir problemáticas artificiales para luego, mágicamente, resolverlas, son sólo algunas de estas tácticas.

1- La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja con los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana o planear y ejecutar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

 3- La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. De esa manera condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (como el neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4- La estrategia de diferir
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

 5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se pretenda engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional y por ende al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir comportamientos.

 7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que el nivel de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores” (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas).

8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover en el público la idea de que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.

9- Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autoinvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!

 10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el que los individuos tienen y ejercen sobre sí mismos.


Noam Chomsky - Publicado por Radio Macondo 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cerca pero lejos

Hola gente linda,
Interesante reflexión sobre las comunicaciones hoy en día, como las usamos y como nos afectan...Insisto sobre este tema porque lo veo a diario, y hay que mejorarlo...

Cerca pero lejos - Por Guillermo Jaime Etcheverry 

Nos hemos habituado a estar junto a personas que, con disimulo o sin él, escapan de la conversación que mantienen con nosotros sin necesidad de alejarse, les basta con fijar su atención en algún dispositivo móvil. Con exaltada avidez buscan los últimos mensajes o repasan noticias a cada instante como si de ellas dependiera su vida. Más allá de la falta de cortesía que supone el demostrar de modo rotundo el escaso interés por la presencia real del otro, nos hemos ido transformando en avaros de la atención que le prestamos, ya que, como lo señala Simone Weil, "la atención es la más escasa y pura forma de generosidad." Esa dispersión de la atención, que nos lleva a ignorar al otro, es un rasgo que caracteriza a nuestra sociedad. Hablando hace poco a los graduados del Middlebury College en Vermont, el escritor estadounidense Jonathan Safran Foer comentó que la tecnología actual exalta la conectividad pero, paradojalmente, estimula el aislamiento, ya que tendemos a olvidar al prójimo próximo.

El ejemplo al que recurre Foer es convincente: al no poder vernos unos a otros cara a cara, el teléfono permitió mantenernos en contacto aun estando a distancia. Los contestadores hicieron posible esa interacción prescindiendo de la presencia de la persona junto al teléfono. La comunicación móvil y en línea sucedió a la telefónica. Los mensajes de texto facilitaron luego un contacto más rápido con la ventaja de la movilidad. Aunque el objetivo de estos inventos no fue el de mejorar la comunicación cara a cara, terminaron por convertirse en sustitutos del contacto personal, prótesis más pobres pero aceptables.

Como demandan un menor esfuerzo, pasamos a preferir esos sustitutos tecnológicos empobrecidos. Efectivamente, es más fácil hacer un llamado telefónico que ver a alguien en persona. Dejar un mensaje en el contestador es más sencillo que mantener una conversación telefónica, ya que se puede decir lo que se quiere sin exponerse a la réplica. Por eso, comenzamos a dejar mensajes cuando sabemos que no habrá nadie para responder nuestro llamado. Los mensajes de correo electrónico son todavía más convenientes porque ocultamos las inflexiones de la voz que trasuntan emoción y, además, evitamos encontrarnos accidentalmente con el destinatario. El breve mensaje de texto es aún más fácil porque ni siquiera requiere prolijidad en la redacción. Cada una de estas tecnologías ha hecho posible eludir el trabajo emocional que supone la presencia: es mucho más fácil transmitir información que cultivar humanidad.

De este análisis esbozado en grandes trazos, Foer concluye que al aceptar e incluso preferir estos sustitutos disminuidos, también nosotros nos vamos convirtiendo en pobres sustitutos de las personas que somos. Máquinas entre máquinas, al acostumbrarnos a decir poco, nos habituamos a sentir poco. Es que si bien crece la comunicación, en realidad lo hace con contactos o seguidores, entidades virtuales a las que, por resignada y nostálgica extensión, llamamos amigos. Resulta curioso que una cultura que ha desarrollado la comunicación hasta extremos impensables, se resigne a dejar en el camino muchos de los rasgos esenciales de nuestra humanidad que son los que contribuyeron a crear esa cultura.


El mundo está hoy al alcance de la mano, pero se aleja de nuestros corazones. De estos cambios culturales profundos no es factible ni deseable regresar ya que han expandido nuestro horizonte de posibilidades. Pero dado que esta tendencia a la proximidad distante aumentará en el futuro, no sólo hay que celebrar lo que indudablemente hemos ganado, sino también reflexionar sobre lo que hemos ido perdiendo al acceder a vidas más veloces, más ubicuas que parecen ser, sin embargo, más dispersas y superficiales. El desafío que enfrentamos es el de encontrar un balance, un punto de equilibrio en el que asentarnos para elegir lo que mejor nos permita meditar sobre el sentido de esas, nuestras vidas.

Gabriel José García Márquez

Gabriel José García Márquez   Aracataca ,   Magdalena ,   Colombia ;   6 de marzo   de   1927 Ciudad de México ,   México ;   17 de abril   ...