¿Futuro, que futuro?
De un tiempo a esta parte, gracias a la crisis que se vive aquí en España, elegí caminos diferentes y si bien no son fantásticos respecto al dinero, sí me están dando la oportunidad de profundizar en otros aspectos menos materialistas y más espirituales. Si a eso le agrego que, al estar atento empiezas a ver un montón de señales que, si estás trabajando a mil, horarios, jefes olvidables, problemas, tráfico, facturas a pagar, hipotecas, etc. no te das cuenta, básicamente porque no tenes tiempo, porque, como se está escuchando por ahí, la sensación de que el tiempo pasa volando es así, es real.
La disconformidad es general, y digo general, global, mundial, de la gente de a pie, del trabajador medio que cada vez tiene menos posibilidades. De los despedidos, de los desalojados, de los sometidos sociales, léase, los infravalorados, los empleados sin derechos, los subempleados, los mal pagados, los maltratados física y psicológicamente, los atropellados, los vapuleados, los piqueteados…en fin, todo esto que hace que ese caldo de cultivo de disconformidad general, que comento al principio, logra que la presión aumente. Y la gente tiene un límite. Yo siempre evoco la revolución francesa, porque fue un hito importante en la historia de la humanidad, donde se combinaron gobernantes anquilosados, presiones y necesidades tanto sociales como económicas y para rebalsar el vaso, aumento de impuestos, gente hasta los mismísimos que no aguantó más y listo, a la calle y que rueden las cabezas.
Pero al final, lo lamentable es que mande el dinero, solo el dinero. Las grandes corporaciones hacen lo que quieren con los gobiernos, y estos ya no representan al pueblo que lo votó. Y a las pruebas me remito, porque solo intentan encajar dentro de la estructura actual, totalmente obsoleta, intentando la cuadratura del círculo a costa de la gente de a pie, ¿y como? Aumentando impuestos, haciendo el día a día cada vez más difícil, doblegándose y aceptando lo que proponen los que realmente mandan…
Y no veo salidas. No veo que le puedan seguir dando las migajas de siempre al populacho para que se conforme, porque ya no quedan ni las migas. Porque si das un vistazo a tu alrededor, verás que se descomprime históricamente metiendo preso a alguien, dando un aumento de sueldo, un aumento de jubilación, una bajada de impuestos…algún método pragmático para simplemente, liberar presión. Si hay algún tipo de movilización, se intenta disgregarlo, se les persigue, se les quita cobertura mediática, y si así y todo siguen adelante, se identifica a quienes lo dirigen y se les tienta o se les coacciona para apartarlos y de esa manera dejarla acéfala.
Tiene que haber un cambio significativo en nuestra sociedad. No puede seguir así. No creo que el capitalismo tal como lo conocemos siga adelante, porque no funciona. Que los que tienen el dinero pueden hacer lo que quieren, impunemente, manipulando gobiernos, jueces, leyes, constituciones y todo lo que se cruce, porque el dinero es quién manda…así de simple.
Los poderes fácticos intentan por todos los medios de seguir adelante sin importarles nada ni nadie. Pero digo intentan porque no creo que lo logren. El cambio es inminente. Y no será un cambio suave, relajado, consensuado. No. Va a ser difícil…y si no, tiempo al tiempo.
Por suerte uno es optimista por definición. Si a eso le agregamos que la esencia de la gente es buena y prestamos atención a la gente que está unos cuantos pasos por delante en el desarrollo espiritual como por ejemplo, Sai Baba de la reflexión anterior, no deberíamos tener miedo, estar atentos a los cambios, ser protagonistas de esos cambios, y como bien dice, “seamos actores conscientes de nuestro tiempo”.
Daniel Gómez Debenedetti
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