Antonio
Fornés, filósofo, entrevistado por Ima Sanchís
"Trabajamos
más horas que un esclavo romano"
¿Sumergidos
en el gris?
Así vivimos. La sociedad actual nos convierte en engranajes, máquinas
productivas que anhelan continuamente hacer algo, incluso en su tiempo libre.
Lo
llamamos aprovechar el tiempo.
Hacer y hacer, lo único que provoca es que el tiempo pase a una velocidad
tremenda y que no saboreemos la auténtica densidad de la vida. Ya lo decía
Pascal: el mayor problema del hombre es la incapacidad de estar solo consigo
mismo.
Un
viejo problema.
Mientras seamos máquinas de producir, somos perfectamente sustituibles tanto en
el trabajo como en la familia.
Qué
duro suena eso.
Sólo cuando reflexionamos ejercemos de seres humanos, y la reflexión es algo
personal y necesario para el equilibrio. La sociedad actual nos despieza, nos
da remedios para el dolor, para las vacaciones, para ser guapos, contra el
aburrimiento...Todo parece estar al alcance, y tenemos la esperanza de que las
cosas externas van a resolver nuestros problemas, pero las respuestas no están
fuera, sino dentro de nosotros.
Bucear
en las miserias da pereza.
A través de Iván Karamázov, Dostoyevski cuenta que Jesús vuelve a la tierra y
Torquemada, el gran inquisidor, lo encierra y le dice: tú te crees que los
hombres quieren ser libres y buenos, pero es mentira...
Un
monstruo ilustrado.
... Lo primero que busca todo hombre es alguien que le esclavice, que le diga
lo que tiene que hacer. Quiere milagros, pero no quiere ejercer la libertad,
prefiere ser un niño.
Es
más cómodo.
Llegar agotados a casa nos sirve de excusa para no tomar nuestras propias
decisiones y no escucharnos a nosotros mismos. Ese continuo dejarnos llevar es
infantil. Hay que entrar en la edad adulta.
"Levantarse,
tranvía, oficina, tranvía, comida, tranvía, oficina, tranvía, cena".
Sí, eso dice Albert Camus en el mito de Sísifo. Pero un día surge el "por
qué".
Porque
tengo que pagar el alquiler...
Hay que cambiar el acento, volver a dar a las cosas su valor. Estamos
sobrevalorando la propiedad y el trabajo, y más en tiempos de crisis. ¿Cuántas
personas conoces que viven esclavizadas a una hipoteca por tener un piso 30 m2
más grande, un coche nuevo o unas vacaciones? ¿No es absurdo?
Es el
miedo lo que nos esclaviza.
Actualmente trabajamos más horas que un esclavo romano, pero creemos
que vivimos en una sociedad superlibre.
Algo
de razón tiene.
Damos demasiado peso a cosas superficiales; podríamos vivir con muchísimo
menos, ese dejarnos llevar pesa demasiado. En los ambulatorios hay folletos
para recordarnos que en verano hace mucho calor, que vayamos por la sombra y
bebamos agua.
Absurdo,
sí.
Hay que parar e incluso retroceder, porque el avance continuado es una especie
de locura que nos lleva al vacío y la angustia. Hay una anécdota de Henry Ford
que demuestra lo manejables que somos. En plena crisis del 29 decidió subir el
sueldo a todos sus empleados. Sus asesores lo tomaron por loco, y él les dijo:
¿Qué creéis que harán todos en cuanto les subamos el salario?
Comprarse
un coche.
Efectivamente. La angustia está cuando nos volcamos fuera y nos olvidamos de
nosotros. Lo hemos frivolizado todo en un esfuerzo por estar entretenidos como
niños.
Ahora
estamos atrapados: trabajamos más por menos.
El sistema no va a cambiar. Platón decía que el mejor sistema político es aquel
que tiene a los mejores ciudadanos. Debemos cambiar nosotros, recuperarnos como
seres humanos y vencer el miedo.
Tenemos
muchos. ¿A cuál de ellos?
Estamos dispuestos a trabajar más por menos dinero por miedo a perder el puesto
de trabajo, es lo que decía Dostoyevski: preferimos ser esclavos y no pensar y
no temer, pero eso nos deshumaniza.
Entiendo.
Los subidones que nos provoca el consumo nos acaban convirtiendo en
drogadictos. No vale la pena trabajar un minuto más por tener un coche mejor.
La sofisticación y el placer están en cosas mucho más importantes y fáciles que
nos mejoran como personas; desde una buena conversación hasta implicarnos, no
con el mundo, sino con nuestro hermano y nuestro vecino.
Cuando
no tienes nada que perder es fácil rebelarte.
¿Qué es más importante que vivir? Lo estamos perdiendo todo cada día,
deberíamos arriesgar porque tenemos mucho que ganar: vivir la vida en plenitud,
estar orgullosos de haber vivido. ¿Qué nos quedará al final del camino tras
haber sido tan buenos trabajadores?...
Igual
la empresa te regala un reloj.
No tiene sentido, no podemos apostar nuestra vida en el trabajo, la casa y las
obligaciones, eso es nada. Al final sólo nos quedará el haber vivido en la
máxima de las dignidades, que es la de ejercer de ser humano.
¿Y
qué es aprovechar la vida?
Masticarla. Hoy creemos que estudiar ha de servirnos para algo, ha de ser una
herramienta, y no es así; el conocimiento nos enriquece como personas, nos eleva,
para eso sirve. Debemos vivir por vivir como el niño juega por jugar. Lo demás
es puro engaño.