lunes, 5 de enero de 2015

No vas a querer leer esto

Llegué de la montaña, muy tarde anoche, en la madrugada. Dormí como un angelito, dormido casi en el momento de apoyar la cabeza en la almohada, sonriendo por un finde de montaña, nieve, amigos y muy buena onda.

Hoy a media mañana, todavía soñando con esas laderas nevadas empezando a despertar. Empezar a ordenar el caos, pero no, mejor unos mates, y así, desayuno largo, frente a la compu, poniéndome al día de lo que pasó, de mis correos, de mi gente, y así hasta la tarde. De fondo, toda la discografía de Arcade Fire haciéndome compañía.

Entre lo que me encuentro poniéndome al día está este texto que comparto con ustedes, que llega de la mano de una amiga. Auténtico, fresco, hiriente, como que raspa, como que te hace pensar, que digo, te hace pensar. Porque en más de una línea te encontras con vos mirándote al espejo, y en el mejor de los casos, hasta te hace despertar y todo.

Miro por la ventana, sol precioso, un poco de hambre y cero ganas de cocinar y cero ganas de salir a picar algo por ahí. Salen sándwiches con otros mates calentitos, pero esta vez en el balcón, al sol, abrigado porque está fresco y la lectura que olvidé en Madrid y que retomo con placer.

Y así, tranquilamente, se va yendo la tarde de hoy, como se va yendo ese sol precioso en ese atardecer para alquilar balcones, y que por suerte yo no necesito alquilar, porque ya estoy en uno.
Lunes, festivo…¿Qué más se puede pedir?
Disfruten y sean buenos

Dany

No vas a querer leer esto

Te voy a recordar algo que ya sabes.
No estás bien.
No puedes estarlo.
Ni siquiera debes estarlo.
No puedes estar bien cuando tus hijos se han ido a un país que no sabes pronunciar. Cuando inviertes diez años de tu vida en estudiar para acabar doblando ropa. Cuando piensas que la solución es quedarte embarazada. Cuando buscas el amor en algo que depende de la luz eléctrica y no del sol. Cuando te frotas hasta hacerte sangre tras acostarte con alguien. Cuando eres incapaz de generar intimidad si no hay genitales. Cuando te desvaneces tras dar a luz. Cuando enfermas de profesión. Cuando te lavas las manos en público. Cuando te manipulan para que te cabrees y se te vaya toda la fuerza por la boca. Cuando esperas un mensaje, una llamada, o un gesto que no llega. Cuando la palabra que más usas es yo. Cuando la única palabra que usas es tú. Cuando juegas al despiste. Cuando tienes una estrategia. Cuando lavas tu coche los domingos. Cuando te proyectas en tu mascota porque estás solo. Cuando estás con alguien que sabes que no. Cuando hablas del otro sin saber. Cuando sabes del otro por hablar. Cuando finges que te importa. Cuando te importa, y entonces finges que no. Cuando no sabes decir que no. Cuando no te sale decir nunca que sí. Cuando tienes que resetear todos los días y decirte a ti mismo que, venga, que hoy empieza todo y vuelves a hacer exactamente lo mismo.
No puedes estar bien cuando no sabes nada de ti mismo, aunque pienses que sí.
Venga, otro chupito, otro bocado, otro like, otro polvo, otro match, otro capítulo, otro tirito, otro selfie, otro corte de pelo, otro propósito, otros zapatos, otro cigarro, otro curso, otro vómito, otro viaje, otro libro, otro cafecito.
Venga, otro, para no pensar en nosotros.
Soplaré y soplaré y tu casita derribaré.
No me ha dado tiempo de hacerme la casita. Ay. Espera, por favor, ahora me pongo, mañana me pongo, el lunes me pongo, espera, no soples, por favor, que tengo frío y no he pensado.
Y no he pensado.
No se trata de pesimismo, ni de negatividad, ni de amargura.
Puedes dejar de seguirme, si quieres.
Y también puedes seguir a Paulo Coelho, si quieres.
Solo trato de hacer tangible cierta clase de oscuridad.
Con una llama.
Del mismo modo que mi sangre debe imaginarme a mí, soy capaz de vernos circulando por el planeta, como sombras, cruzándonos sin mirarnos, sin abrazarnos a cada instante por coincidir y palpitar, desaprovechando la oportunidad, la casualidad, acostumbrándonos a este jodido milagro, presuponiendo que habrá otro momento, otro mañana, otro después, otro amor, otro, tal vez otro.
Si solo hablas de lo que haces te conviertes en una sombra.
Si no escuchas al otro, lo acabas convirtiendo en una sombra.
Pero toda sombra necesita de un cuerpo para existir.
¿Dónde están entonces nuestros cuerpos?
A salvo. Fuera del planeta. Flotando en el útero cósmico. Por miedo a que se nos estropeen, a que los hieran, a que se nos arruguen, nos los manchen, nos los corrompan, nos los roben.
Sí, guardamos los cuerpos.
Y nos ponemos las sombras.
Eso es mezquino y el planeta lo sabe y se vacuna contra las sombras de la humanidad.
Cada desastre natural, cada crisis, cada guerra, es una nueva vacuna.
Podemos hacernos inmunes, pero para eso necesitamos nuestros cuerpos, para poder luchar.
No estás bien, pero podemos hacerlo mejor.
Encendiendo la luz para que la sombra desaparezca.
Habitándonos de nuevo.
No te prometo que vaya a funcionar.
Lo que sí te aseguro es que recibirás un beso en la frente cuando termines.
Día 2.
Venga, valientes.
Es hora de despertar.
De regresar.

Gabriel José García Márquez

Gabriel José García Márquez   Aracataca ,   Magdalena ,   Colombia ;   6 de marzo   de   1927 Ciudad de México ,   México ;   17 de abril   ...