De
los amores líquidos - Alberto Matamoros
BAUMAN,
Zygmunt. Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos
humanos. Ed.: Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2005. Trad. Mirta
Rosenberg y Jaime Arrambide.
Después
de todo, parece que no somos pocos los que nos gustaría decir eso de «antes…
antes se amaba mucho mejor», porque ésta es la hipótesis de fondo que defiende
Zigmunt Bauman en Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos
humanos. El autor nos explica que el frenético consumo de una sociedad de
mercado ha degenerado nuestros vínculos personales al tratar al otro, ya sea
amante o prójimo, como una mercancía más de la que puedes desprenderte,
desecharla, desconectarla con cierta facilidad: «vivir juntos –por
ejemplo—adquiere el atractivo del que carecen los vínculos de afinidad. Sus intenciones
son modestas, no se hacen promesas, y las declaraciones, cuando existen, no son
solemnes, ni están acompañadas por música de cuerda ni manos enlazadas. Casi
nunca hay una congregación como testigo y tampoco ningún plenipotenciario del
cielo para consagrar la unión. Uno pide menos, se conforma con menos y, por lo
tanto, hay una hipoteca menor para pagar, y el plazo del pago es menos
desalentador» (p. 48). Para el autor los vínculos duraderos despiertan ahora la
sospecha de una dependencia paralizante, no son rentables desde una lógica del
costo-beneficio. Como es natural esto también afecta a nuestra sexualidad, que
una vez liberada del amor se condena finalmente a sí misma a la frustración y
la falsa felicidad.
Debo
reconocer la fácil inclinación en creer lo que, en definitiva, es la
responsabilidad de la sociedad capitalista en nuestra específica forma de amar.
Y si bien algo de cierto parece haber en ello, sin embargo no encontramos
razones verosímiles en el inconexo contenido de este libro.
Desde
otro punto de vista, un estudio sobre un tema en cierto modo tangencial, a
saber, la gran cantidad de solteros varones en las zonas rurales de Francia[1] Pierre Bourdieu comienza
preguntándose por qué en el valle del Bearne el celibato masculino en los años
cincuenta podía representar para los propios solteros y para su entorno el
síntoma más relevante de la crisis de una sociedad a pesar de que con un mero examen
de las estadísticas esa situación no carecía de precedentes. Bourdieu después
de un serio estudio de entrevistas personales y estadísticas por sexos, edades
y localidades nos señala que en esa sociedad campesina las mujeres volvían la
mirada más hacia la ciudad que hacia su entorno donde sólo les prometían más de
lo mismo, es decir, una lógica de intercambios matrimoniales que dependía
estrechamente de la jerarquía social, de eso de lo que precisamente querían
escapar. Sin embargo, el celibato se convertía en una oportunidad privilegiada
para experimentar la condición campesina. Por eso, quizás nosotros deberíamos
detenernos en lanzar otra sugerencia: nuestra general crisis de amor se
convierte en un síntoma relevante en el momento en el que el varón, en este
caso urbano, tiene problemas de amor. Pero Zygmunt Bauman a pesar de citar a
Judith Butler, una importante pensadora feminista, no hace referencia alguna a
la desigual distribución del amor, pasa por alto una histórica exigencia social
para que las mujeres amen sólido y los varones en líquido, no se detiene en el
proceso de explotación que ha supuesto “amar demasiado”[2]. Por eso quizá pueda ser pertinente
reformular el problema que Bauman expone en su libro con ¿por qué ahora las
mujeres también aman líquido? que en el fondo, parece que es lo que ha cambiado
significativamente.
Los
varones de la zona del Bearne que no tenían pareja de baile eran normalmente
los primogénitos, que al haber sido depositarios del patrimonio familiar se
habían acomodado en esa privilegiada situación, la misma de la que los menos
beneficiados querían salir. Esos varones primogénitos no querían renunciar a
nada: ni al linaje patrilocal, ni a la familia tradicional, ni al patrimonio;
pero en lugar de explicarse su situación como acomodamiento la vivían como la
crisis de la clase campesina. Quizá sea por eso por lo que antes de proclamar
la crisis del amor – que es lo que realmente significa amor líquido—el autor
deba investigar previamente si es que no nos hemos acomodado en algún que otro
privilegio del que ahora se nos priva.
Más o
menos en esa misma época pero en Turín, con un ambiente urbano, M. Antonioni
filmaba este fragmento de guión:
«CLELIA:
Soy demasiado independiente para ser una mujer tranquila en una casa modesta.
Trabajar es también mi forma de ser mujer, de amar, de participar en la vida
¿entiendes? Quizás un día tenga suerte y encuentre un hombre con el que pueda
vivir sin que él o yo tengamos que renunciar a nosotros mismos. Pero si tú y yo
vivimos juntos, Carlo, estoy segura de que uno de los dos sería infeliz.
CARLO:
Tal vez. Yo no consigo imaginar la infelicidad cerca de ti, pero no te pido que
arriesgues la tuya.
CLELIA:
¿Crees que es fácil renunciar a ti? Me siento como una mujer en peligro»[3]
La
protagonista lo tiene algo más claro que los varones primogénitos de la zona
del Bearne, pierde a Carlo, entre otras cosas, porque no puede renunciar a su
forma de ser mujer. Puede que ahora sean los varones urbanos los que se
pregunten por las crisis de amor cuando está sucediendo realmente otra cosa.
¿Por qué Bauman ve una elección utilitarista de los amantes ahora, a este lado
de la valla, cuando estamos un poco más lejos de la lógica de intercambio
matrimonial como método de ascensión social y patrimonial, cuando no es muy
frecuente ver buscar explícitamente un “buen partido” como modo de
subsistencia? No debería medirse la crisis del amor por el número de
parejas rotas porque podríamos confundir el amor con la dependencia y acabar
estudiando lo difícil que es amarnos como seres independientes. La independencia,
que a lo largo de la historia han tenido los varones en un contexto de
dominación masculina, les permitió amar líquido durante mucho tiempo y en
muchos relatos. A Fantina, la pobre mujer que describió Victor Hugo en Los
miserables, la dejó con una hija y en la miseria Félix Tholomyès, un estudiante
insignificante; por no hablar de la Margarita de Goethe que también sufrió de
los efectos del frágil amor de Fausto. Para las mujeres ese derecho político es
muy reciente. Ser independiente te da la oportunidad de poder renunciar incluso
al amor, de estar en peligro –como dice Clelia— poniendo en tus propias manos
la causa del intenso dolor de un desamor. No, no es fácil.
A
pesar de todo, Bauman intenta, siguiendo la estela de Richard Sennett y Ulrich
Beck, ir un poco más allá de de los actuales prejuicios que sobre el amor y el
sexo hay en lo que él denomina modernidad líquida pero, a nuestro juicio, no
llega a conseguirlo porque mantiene los mismos esquemas de valoración e
interpretación que los sustentan. Quizá deberemos aplazar para mejor ocasión lo
que nuestro espíritu nostálgico nos repite con insistencia: eso de
«antes… antes se amaba mucho mejor».
[*] Alberto Matamoros es Licenciado en Ciencias Políticas
por la UCM y cursa actualmente estudios de doctorado en Filosofía
Notas:
[1] BOURDIEU,
Pierre. El baile de los solteros. Editorial Anagrama. Barcelona. 2004.
Trad. Thomas Kauf
[2] Sobre
el amor como instrumento de dominación masculina véase JÓNASDÓTTIR, Anna
G. El poder del amor. Ediciones Cátedra. Madrid. 1993. Trad. Carmen
Martínez Gimeno. (pag.314 y ss)
[3] Las
amigas (1955), de Michelangelo Antonioni. En este film precisamente las
mujeres que aman sólido acaban perdidas, una renunciando a su talento y otra
suicidándose.
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