Los otros días, preguntándome con un
amigo ¿A dónde va la gente que ya no consigue trabajo de nada? Empezamos a ver
que a ningún lado, al limbo de los vivos, a ninguna parte de ningún lugar.
Empezó a darme vueltas la idea del “residuo humano” y empecé a buscar lecturas
al respecto. Una vez más me encuentro al amigo Bauman, reflexionando al
respecto. Más abajo les adjunto la crítica de uno de sus ensayos por un
periodista de página 12. Empecemos por aquí, y si les parece interesante, tengo
más. A pasarlo bien y sean buen@s.
Somos
desechos y humanos
Análisis del ensayo Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus
parias
Zigmun Bauman describe las vidas
residuales en lo que dio en llamar “modernidad líquida”. Una reflexión profunda
que no desdeña un estilo ligero y que, sin autocrítica aparente, se ha puesto
de moda.
El planeta está lleno.” Este enunciado no
significa que no haya espacios despoblados, sino más bien que ya no existen las
“tierras de nadie”. No hay territorios que puedan definirse como carentes de
administración soberana, es decir, todavía sin colonizar. Y, como explica
Bauman (autor de El amor líquido, La sociedad sitiada y muchos otros textos),
estos territorios “durante la mayor parte de la historia moderna desempeñaron
el papel crucial de vertederos para los desechos humanos”. La producción de
“residuos humanos” sería entonces una consecuencia inevitable de la modernidad,
y una vez que el progreso económico tiene lugar en todas partes (no sólo en los
países “desarrollados”), globalmente se producen “residuos humanos”, y ya no
quedan basureros “naturales” listos para el almacenamiento y su posterior
reciclaje. Según Bauman, la más funesta consecuencia del triunfo global de la
modernidad está en “la aguda crisis de la industria de destrucción de residuos
humanos”.
Al mismo tiempo, la industria de
eliminación de residuos es quizá la única en la que nunca va a faltar el
trabajo; y el trabajo del basurero, que se lleva los desechos modernos de cada
día, se hace simplemente “invisible no mirándolo e impensable no pensando en
ello”. El residuo es, a la vez, el problema más angustioso y el secreto mejor
guardado de nuestros tiempos: “De las fábricas parten a diario dos tipos de
camiones: un tipo se dirige a los almacenes y grandes almacenes, el otro a los
vertederos. El cuento con el que hemos crecido nos ha adiestrado para advertir
(contar, valorar, preocuparnos por) tan sólo el primero tipo de camiones”.
Porque, para contar un cuento, hay que eliminar todo lo que “no cuenta”.
Asimismo, Miguel Angel decía que, para lograr una de sus esculturas, eliminaba
todo lo “superfluo” de un bloque de mármol. El precepto moderno sería: donde
hay diseño, hay residuos. Y, como escribe Bauman, “cuando se trata de diseñar
las formas de convivencia humana, los residuos son seres humanos”.
Ser un “residuo humano” es ser una
víctima de la victoria del progreso económico a escala planetaria. Bauman hace
un repaso por la situación de los inmigrantes (acusados ahora de potenciales
terroristas) y los refugiados (“una vez que se es refugiado, se es refugiado
para siempre”). Ser refugiado implica, entre otras cosas, no tener tierra,
casa, aldea, ciudad, padres, posesiones, trabajos. Es estar a la espera de una
ayuda que nunca llegará, a la deriva. El “asistencialismo humanitario”, lo
único que hace, es darle al refugiado un campamento lo más alejado posible,
controlado y vigilado por guardias armados, cercado por muros y alambres de
púas, de donde, además, pronto serán echados.
Así es la vida en lo que Bauman llama
la “modernidad líquida”: la civilización del exceso, la superfluidad, el
residuo y la destrucción de residuos. La moda, señala, tiene la misma lógica
del residuo: lo que está de moda convierte en desechable lo pasado de moda. Es
inevitable sentir cierta decepción al no encontrar, en ninguna de sus
reflexiones sobre la moda, al menos un comentario del autor sobre su propia
obra, de moda en ciertos circuitos del progresismo bien pensante. Incluso, uno
podría preguntarse si la propia escritura de Bauman (tan entretenida como
desenfadada y pretendidamente fácil) no es, a su vez, productora de una lectura
líquida.
Mariano Dorr
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