Diario La
Nación - Crónicas femeninas: Preguntas, por Alejandra Herren
Abro el libro Valores para vivir, que está inspirado en un
programa educativo de Naciones Unidas y dirigido a educadores. No es el único
programa sobre educación en valores humanos que conozco, y al hojear el
ejemplar me doy cuenta de que está muy bien. Paz, amor, respeto, tolerancia,
felicidad, responsabilidad, cooperación, humildad, honestidad, simplicidad,
libertad, unidad. Me pregunto si nosotras, madres, somos conscientes de la
responsabilidad de educar un hijo. ¿Somos verdaderamente conscientes de la
enorme herramienta para cambiar el mundo que hay en nuestras manos? ¿Educamos
para la paz, el amor, el respeto, la tolerancia, la felicidad, la
responsabilidad, la cooperación, la humildad, la honestidad, la simplicidad, la
libertad, la unidad, más allá de los enunciados? ¿Nuestros hijos buscarán
evitar la violencia? ¿Serán compasivos con los demás? ¿Respetarán la libertad y
los derechos de los otros? ¿Podrán ser tolerantes con las diferencias, lejos
del prejuicio? ¿Estarán siempre dispuestos a dar una mano solidaria allí donde
haga falta? ¿La verdad estará siempre presente en sus vidas? ¿Sabrán ser
felices con las cosas más simples de la vida? Qué. ¿es mucho pedir?
Más preguntas
Nada es casual, todo es causal. Vengo haciéndome preguntas
como esta madre desde hace un buen rato. Sin ir más lejos, ayer hablaba de esto
con una amiga, y lamentablemente nos quedamos un tiempo callados sin encontrar
una respuesta. La idea daba vueltas alrededor de “qué hacer para cambiar los
sistemas de poder corruptos”, desde el más insignificante, que pusimos como
ejemplo, el del camarero que se queda con un vuelto, o se queda con el importe
de una cuenta sin pasarla al cajero, hasta los más desastrosos para la sociedad
que son los gobiernos y su corrupción indiscriminada en todos los niveles.
Mires donde mires, te encontras con procesos viciados de
nulidad pero que funcionan gracias al funcionario, al político, al
administrativo, al gobernante corrupto de turno. Y mires donde mires significa
justo eso, sin fronteras, en cualquier país en mayor o menor medida (Aunque
también coincidimos que el espíritu latino hacía subir las posibilidades en los
países latinos, pero ese es otro tema).
Esos procesos están tan bien montados, tan soberanamente
podridos, que se hace muy cuesta arriba para las pocas personas que quieren
hacerlo bien, dificultando su trabajo al punto de hacerlo casi imposible. Y
coincidimos que uno de los problemas es que esas personas que lo quieren hacer
bien son pocas, muy pocas. El otro es la educación, una educación basada en los
valores humanos que menciona la periodista más arriba.
Entendimos que la única solución era apostar por una
educación de calidad, que formara seres humanos con capacidad para discernir lo
que está bien y lo que está mal sin temores a las represalias, sin vergüenza a
pasar por tontos, identificando muy bien lo que es bueno para un bien común,
más allá del bien particular. Que esos chicos educados con unas premisas claras
de libre pensamiento, sin partidismos ni encasillamientos, sin aprender de
memoria, usando la cabeza para poder elegir, predicarían con el ejemplo, identificarían
la forma de crear nuevos sistemas de poder basados en la confianza, utilizando
los buenos ejemplos como punto de partida para lograr pequeños cambios cada
día, en cada lugar, en cada nivel; sobre todo sin tomar represalias, saneando
los procesos, mostrándolos en detalle, transparentes para todos los que quieran
verlos. De esta manera se empezaría a conseguir recuperar la confianza de la
gente, perdida hace tiempo.
Estamos viviendo una época de cambios, con los objetivos
un poco difusos, con el egoísmo campando a sus anchas y con un mundo que deja
mucho que desear para dejar a las nuevas generaciones. Cada uno de nosotros
como granitos de arena en una gran playa, debería hacer lo posible, con
pequeñas acciones, desde su rinconcito en esa playa, para que podamos hacer de
nuestra sociedad un lugar mejor, aunque parezca difícil, aunque parezca inútil,
porque no olvidemos que todos esos granitos formamos esa gran playa. Es
cuestión de no esperar una casualidad y hacer una causa común.
Daniel Gómez Debenedetti
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